La damas que vivieron en la antigua Roma tenían una agenda repleta de reuniones sociales a las que les gustaba asistir impecables. Tanto el peinado, el tocado como su maquillaje estaban cuidadosamente estudiado para resplandecer durante los actos en sociedad.
Los ojos y las cejas se llevaban perfilados con sustancias oscuras como por ejemplo el hollín. Un dato curioso es su preferencia por las cejas pobladas de forma artificial en el entrecejo. Algo opuesto al canon de belleza actual.
Para las sombras de ojos ser importaban pigmentos del exterior o se utilizaban pigmentos naturales de los minerales de la zona.
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